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Hace ya mucho tiempo que nos familiarizamos con el concepto “competencia”. Una competencia no es más que una característica de la persona, asociada a una serie de conocimientos, habilidades, aptitudes y destrezas, dentro de un determinado entorno laboral (siempre que hablamos de competencias profesionales, claro). Las organizaciones se han visto necesitadas a implementar sistemas de gestión por competencias para ser más competitivas y eficientes dentro del mercado.

Si al concepto competencia le unimos la tecnología, y tenemos en cuenta la necesidad inminente de transformar digitalmente las empresas para adaptarlas al escenario presente, nos encontramos con que tenemos que adaptar también los sistemas de gestión del talento.  En esto último es donde las organizaciones caen en el error de siempre, y es en empezar la casa por el tejado.  En la situación que nos encontramos, en la que los cambios en el ámbito tecnológico se suceden continuamente, las empresas están incorporando cambios en sus procesos productivos con especial celeridad y no siempre actuando de la misma forma en lo que a gestión del talento se refiere. En mi humilde opinión, se está dejando para lo último lo que debería ser una prioridad… es técnicamente imposible que funcionen nuevos procesos productivos si las organizaciones no saben antes identificar, seleccionar y gestionar las competencias digitales de sus empleados, en definitiva, alcanzar la madurez digital.

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Las empresas hoy en día tienen unas necesidades y objetivos muy definidos como son: mecanizar y automatizar los procesos/metodología en el sistema de información, establecer mecanismos digitales de control y seguimiento de los procesos organizativos, independizar el método y flujo de trabajo de las personas que lo ejecutan, facilitar la movilidad del personal, agilizar el proceso de intercambio de información y toma de decisiones, optimizar el servicio de atención al cliente, y poseer la capacidad de adaptarse a nuevos cambios de la forma más rápida evitando así la pérdida de oportunidades.  El problema, sin embargo, nos lo encontraremos a menudo en la enorme brecha que existe entre estos objetivos y la gestión realizada para lograr los mismos.

Las empresas necesitan enfocar sus procesos de transformación digital hacia tres aspectos clave. En primer lugar, hay que tener en cuenta la ergonomía integral y la tendencia a convertir cualquier entorno en un posible espacio de trabajo gracias a la tecnología, desdibujando así las fronteras entre el ocio, la familia y el trabajo.  En segundo lugar, la tecnología está propiciando que gracias a la automatización de los procesos algunos trabajos queden obsoletos y se mantengan aquellos basados en la creatividad y la inteligencia interpersonal que aportan valor añadido a los productos y servicios. Y por último hay que tener en cuenta la irrupción de nuevas formas de desempeño, donde juega un papel fundamental el trabajo colaborativo en red, por lo que el espacio de trabajo tiende a ser más fluido, conectado y proclive a la colaboración.

¿Estás de acuerdo?

¿Cuáles son los principales retos a los que se enfrenta tu organización con la transformación digital?